¡Ya los mazatlecos lo saben, lo saben!… la Única, Internacional Sonora Santanera, una auténtica leyenda de la música mexicana, demostró la noche de este viernes porqué ha mantenido cautivo al público mexicano por generaciones al convertir la Plazuela República en una pista de baile monumental.
El alcalde de Mazatlán, Fernando Pucheta Sánchez, subió al escenario para refrendar a los patasaladas que su gobierno se ha comprometido con brindar espectáculos de primer nivel y pidió un fuerte aplauso para Raúl Rico González, director general del Instituto de Cultura de Mazatlán, por elegir a La Sonora Santanera para ofrecer un evento especial del Festival Cultural Mazatlán 2017 en el corazón del Centro de Mazatlán.
Uno a uno, los herederos de la fecunda tradición musical que Don Carlos Coronado Vera inició hace 62 años subieron al escenario y se mantuvieron quietos, un instante, frente al público porteño que ya estaba rendido en aplausos antes de que la música iniciara.
Y el pandemónium de baile sólo podía iniciar con “La boa”, ese himno sabroso que por generaciones ha sonado en los barrios y salones de la República Mexicana, y que en Mazatlán hizo que los vendedores dejaran sus cubetas para mostrar sus mejores pasos junto a parejas de jóvenes danzoneros y grupos de amigos ansiosos de gozar de la fiesta.
Sin piedad La Santanera soltó una oleada de clásicos como “El mudo”, “Luces de Nueva York”, “Al fin solos Maruka” o “Bomboro Quiñá, Quiñá” que con piano, trompetas, timbales, congas, bajo y güiro crearon escenas memorables a lo largo y ancho de la Plazuela República: un salón de baile en los arcos del palacio municipal, danzón a los pies del Cristo de la Catedral, coreografías de mexicanos y extranjeros en el kiosco, bailarines en el balcón presidencial o la cátedra de amor que una pareja de antaño dio con “Perfume de gardenias”.
Sin duda, uno de los momentos más bellos de la noche fue la interpretación “Pequeño”, que Antonio Méndez Hernández, uno de los líderes de La Sonora Santanera, compuso para su hijo, Paquito Méndez, quien hoy forma parte de la sección de metales de la banda y que desprendió en los mazatlecos un momento de profunda ternura y respeto por ver cómo en la música de esta agrupación late no sólo la fiesta, sino los emociones más puras e intensas.
Precisos en su interpretación, generosos en energía y magníficos en su atención y cariño al público, los músicos de La Sonora Santanera mostraron que sus canciones están grabadas en el ADN de todos los mexicanos pues niños, jóvenes, adultos, ancianos, morenos, rubios, altos, bajitos, flacos, obesos, solos, en pareja o en grupos, ni una sola alma se quedó sin bailar cuando el tema de “Los luchadores” agitó de nueva cuenta el mar humano y a partir de allí comenzó la lucha por no dejar que la agrupación dejara el escenario.
Un gran aplauso, una estruendosa bulla y un alud de gritos, gruñidos y chiflidos fue la tarifa que los mazatlecos pagaron para que “Mil horas”, “Muñeco de la ciudad” y “El orangután” alargaran esta fiesta hecha con las historias de amor y desamor de los barrios, la cantina, el cabaret, la extravagancia del folclore nacional, lo rojo del alma mexicana y el arsenal de ritmos que La Sonora Santanera pintó bajo el cielo de La Perla del Pacífico.