Psic. Bernardo Osuna O.
La reciente expulsión de Adrián Marcelo de “La Casa de los Famosos” ha generado un torrente de opiniones y debates, pero más allá del espectáculo televisivo, es necesario analizar lo que esta situación revela sobre las dinámicas sociales y culturales que persisten en la sociedad latina.
Desde su entrada al reality, Adrián Marcelo se convirtió en una figura polarizante. Su relación con Gala Montes, marcada por el constante conflicto, la manipulación emocional y el juego de poder, no solo resultaba incómoda de ver, sino que también era un reflejo perturbador de las relaciones tóxicas que a menudo se normalizan en nuestra cultura. La manera en que Adrián Marcelo utilizó el sarcasmo, la burla y la provocación para desestabilizar emocionalmente a Gala es un ejemplo claro de los patrones de comportamiento que se ven en muchas relaciones abusivas, donde uno de los miembros manipula y controla al otro bajo la fachada de una “dinámica complicada” o “personalidades fuertes”.
Lo más alarmante es cómo el público, en su mayoría, consumió esta narrativa con un mórbido interés, sin cuestionar lo que estaba viendo. Este tipo de entretenimiento, que se alimenta del drama y el conflicto, no solo perpetúa estereotipos dañinos sobre el comportamiento masculino y femenino, sino que también refleja una sociedad que aún lucha por identificar y condenar la toxicidad en las relaciones interpersonales.
La expulsión de Adrián Marcelo fue un alivio para muchos, pero es importante reconocer que su salida no resuelve el problema más profundo. Gala Montes, como tantas otras mujeres, quedó expuesta en un entorno que no la protegió ni le ofreció el apoyo necesario para salir de esa situación. El hecho de que este tipo de comportamiento se haya transmitido en horario estelar y haya sido consumido masivamente es un testimonio inquietante de cómo se banalizan las relaciones abusivas en los medios.
“La Casa de los Famosos” no es solo un programa de televisión; es un espejo en el que se reflejan las sombras de nuestra sociedad. En lugar de ofrecer una plataforma para el entretenimiento sano, lo que hemos visto es la normalización de la toxicidad, un espectáculo que explota el sufrimiento emocional por el bien del rating. Este tipo de contenido no solo daña a los involucrados, sino que también envía un mensaje peligroso a los espectadores: que el abuso, la manipulación y el conflicto son simplemente parte de la vida cotidiana y, peor aún, que son entretenimiento.
Es momento de que como sociedad exijamos un cambio en la forma en que consumimos y producimos contenido. No debemos permitir que programas como “La Casa de los Famosos” sigan perpetuando dinámicas tóxicas, especialmente cuando tienen una audiencia masiva que incluye a jóvenes que pueden interpretar estas conductas como aceptables o normales. La expulsión de Adrián Marcelo debería ser un punto de inflexión, no solo para el programa, sino para toda la industria del entretenimiento, que debe reconsiderar la responsabilidad que tiene al representar las relaciones humanas en la pantalla.