AMOR A LOS HIJOS
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
Escuchaba esta mañana la molestia de un padre al decir que a todos sus hijos los educo de igual manera pero no entiende el ¿Por qué? uno le salió mal. Hay que aclarar que ninguno de los hijos es igual a otro por lo que no se pueden educar en la misma forma, cada uno tiene una forma diferente en ver la vida, sin embargo la molestia en ellos brota cuando uno de los hijos goza de mayores prerrogativas y, desarrolla el malestar de la injusticia en los demás.
La mayoría de los casos se presenta con el Primogénito. Por el hecho en nacer primero ya disfruta de ciertas condiciones y ventajas con respeto a los que les siguen. El padre y la madre lo convierten en motivo de disputas familiares al darle prioridad, a sabiendas que los demás están observando. Esta situación penetra en el cerebro del hijo (a) mayor asumiendo que siempre será la líder y con ello toma decisiones que no a todos convencen. Al menor se le trata en diferente manera supliendo responsabilidad por cariño y se le repite tanto que termina por no madurar a su ritmo cronológico “El bebe de 30 años” pide por ser el pequeño y se le concede.
Darle cariño y cuidados excesivos es la forma segura en convertirlo en inútil por decirlo de una manera sin ofender. La motivación juega un papel importante al momento de educar en familia, esto va directamente relacionado con el desarrollo emocional, intelectual. Los hijos aprenden de las personas que sienten los quieren y si uno solo de los hijos observa ciertas preferencias en sus padres se relegara, ofenderá, exclamara que no es atendido o simplemente sus padres no se percatan si vive o muere.
El cariño se debe otorgar parejo. Dejar claro que los hijos son distintos pero se atienden en igual forma es distinto pero esperan ser atendidos como les corresponde. Nadie está condenado y llega a la vida de unos padres a desordenar la vida sino a integrarse para el resto de ella. Lo que se enseña en casa lo hace oportuno. Si el hijo aprende a hablar con la verdad o no siempre decirla es algo que va cultivando. Imaginemos que somos duros con un hijo y blandos con otro en un mismo acto cometido “Sensitivo” Y esto se va dando una y otra vez, al final el hijo que considera la injusticia la ira memorizando y terminara sabiéndola de pió a rabo de cómo actúa el padre con uno y el otro.
No hay que ser adivino, la escena se repite constantemente con los mismos resultados. El hecho de poner orden en la casa sin sentido sensible adecuado ocurre frecuentemente. La misma película, el mismo cuento de nunca acabar, entre el hijo vivo y el tonto en la valoración del padre. Quizás no se da cuenta pero es cierto, el padre se pone pesado con uno y laxo con otro. Ambos se percatan y aprovechan para lo que necesitan, uno pide y se le da, al otro se le niega y se le exige no lo vuelva a pedir.
Las reglas para todos los hijos deben ser claras, iguales sin mayor castigo para uno y complacencia para otro sino se quiere ir perdiendo la autoridad a tal grado en que cuando surjan problemas fuertes no quieran explicaciones. Así, que hay que olvidar el ¡Aquí, yo mando! Aunque esta máxima es real sin una autoridad equilibrada la aplicación se vuelve nula. El castigo es parejo y antes de llevarlo a cabo es sano explicar los motivos, al igual que los premios.
Aunque cuesta trabajo es necesario que los padres aprendan en lo que hay que decir para que la aplicación de la autoridad no se malinterprete o cueste dolores de cabeza. Un principio de autoridad es no perdonar por el hecho en que el hijo pida perdonar y confiese no lo volverá hacer. Si lo perdona se desgasta el principio de autoridad y encontrara la forma en seguir engañándolo.
Si el hijo acude a su madre para que lo proteja y la madre asume el papel de defensora el principio de autoridad se pierde y el hijo deteriorara su comportamiento disculpándose en lo malo que haga al sentirse protegido. Castigar no tiene nada que ver con si lo quiere más la madre que el padre, eso es falso, es un propósito con argumento erróneo. Si, se porto mal, se castiga, sin dejarlo ver su programa, jugar. No hay que argumentar que se perdono porque lo queremos, hay que separar una cosa de la otra para que cuando sea adulto sepa diferenciar. Se actúa en lo inmediato. Cuéntele el motivo para que quede grabado y la manera en que debe controlar su vida.