MATRIMONIO INDÍGENA
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
A la llegada de los españoles a la zona del noroeste de lo que hoy es el estado mexicano, encontraron una sociedad establecida, sin propiedades privadas, ni explotación. Los nativos, tenían sus propias normas morales surgidas espontáneamente, entre ellas: El incesto era prohibido, los hombres tenían varias esposas, no estableciendo relaciones sexuales con sus hijos, hermanas, ni madre. Con la llegada de los extranjeros y su religión, se instala un orden diferente, destruyendo el existente. La reproducción es una realidad intransferible que cada persona construye y donde se pone de manifiesto con claridad la influencia familiar, que el contexto social, cultural y ambiental ejerce sobre la forma en que cada individuo la entiende y la vive. Conocemos que la reproducción acompaña a la persona en todos los instantes y circunstancias de la vida.
Durante la etapa colonial española, la población de hombres en las provincias era superior a la de las mujeres, y los colonizadores utilizaron a las aborígenes como esclavas domésticas e instrumentos de satisfacción de su lujuria. Consolidada la colonización, trajeron a sus familias a esta parte del mundo en la que proliferaron sus costumbres, prejuicios y tabúes.
Los indígenas tenían su matrimonio legal con sus ritos y ceremonias antes de la llegada de los conquistadores cosa que no convenció en su momento a los sacerdotes de la iglesia Romana afirmando que no eran legítimos y no se podían considerar como verdaderos matrimonios, mucho menos tener varias esposas.
Veamos sus ceremonias: Cuando el hijo deseaba casarse con una nativa de las consideradas principales en su tribu, se tomaba en cuenta el día de nacimiento del varón, su signo por su significado y futuro de la pareja.
Tomaban en cuenta el signo de la mujer, su día de nacimiento y si el interpretador de ellos decía que si eran buenos, se consumaba la ceremonia, por el contrario se oponían ante signos que presagiaban mala relación.
La mujer, no estaba autorizada a escoger a su esposo, siempre eran los padres o un pariente cercano al novio. El novio mandaba a dos mujeres mayores de edad a la casa de la muchacha en calidad de embajadoras y se entrevistaban con los padres de la misma dándole a conocer su razón de la visita. La tradición era que a esta primera visita los padres se opusieran de acuerdo a la costumbre, pero a una segunda visita se aceptaba el casamiento pero para consentirlo las dos mujeres mayores debían rogar tanto a la muchacha como a sus padres que aceptaran el matrimonio.
Si el casamiento no lo sentían los padres como adecuado, en la primera visita se lo hacían saber a las dos embajadoras. Los padres daban tiempo para platicar con todos su parientes cercanos y que estos les platicaran los inconvenientes del futuro marido de su hija. Ya aceptada la unión los padres mandaban dar una amonestación por las tribus cercanas para que se supiera si el casamentero era bueno y tuviera vergüenza que ocultar. Se concertaba la ceremonia. Primeramente la llevaban a la casa del novio para entregarla, este salía a recibirla. Le entregaban un pequeño recipiente con brazas ardiendo, incienso y a ella otro.
El uno al otro se pasaban su humo por el cuerpo, luego se tomaban de la mano pasando a su aposento para consumar el acto mientras la gente permanecía afuera bailando y cantando. Consumado el acto y verificado por quienes habían sido autorizados.- Padrinos, los novios salían de la tienda, se presentaban la manta de la virginidad y este le daba de comer a la doncella, ella hacía lo mismo con él.
Todos podían beber menos los novios, ellos tenían que pasar cuatro días ayunando para ser buenos desposados. Se exigía que pasaran cuatro días encerrados tipo luna de miel y solo se permitía que salieran hacer sus necesidades fisiológicas. En esos cuatro días no se bañaban, salían por la noche a poner incienso en un altar acondicionado en la puerta de su hogar, también ponían comida. Al quinto día se bañaban a manera del bautizo católico, luego se regaban las cenizas producto del carbón quemado en toda su casa.
Un señor principal entraba a vestirle con ropas limpias. Por la tarde la pareja se emborrachaba para dar por concluida la ceremonia. La gente principal, guerreros de la tribu, no consumía vino, esto lo hacían los plebeyos, los responsables en acarrear leña. El vino se usaba para atender ciertas enfermedades, había muchos que ni enfermos lo tomaban. La gente bien formada tomaba cacao. Los padres o guerreros veían con pena a los borrachos, se reían y afrentaban de ellos. Los criticaban haciéndoles saber que quien tomaba no era digno de su distinción, incluso mandaban trasquilarlo cuando estuviera briago para que todos lo señalaran.