REPASAR
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
Caminar un rato es una manera de alejar los problemas, es imaginar a cada paso que los inconvenientes no te alcanzaran, es cavilar que el camino está libre de obstáculos, eres libre. Los niños disfrutan lo que este a su alcance, corren sonríen, no saben de trabas y ven con ojos de grandeza a su padre pidiendo le compren cosas. Ellos creen que la abundancia esta a la mano y habrá para todo. Aquellos años sanos de disfrute donde se admiraba el mar, el vecino pescaba y regalaba piezas, la familia en la playa, todos los vecinos se cuidaban, se ayudaban se perdieron.
A los hijos jamás le corte las alas y en seguida le exija que vuele, no rompa su corazón, ni pida le amen cuando solo ha visto lo malo en ellos, mejor preocúpese por encontrar lo excelente. No lo juzgue, recuerde que la lengua mal usada es el peor enemigo en la relación entre un padre y un hijo, es fuego que lo quema todo. Si ellos no desean atender un consejo quédese con la tranquilidad en saber que todo lo que hizo fue por ellos, con la mejor intención, si no lo entiende así, cuando madure se dará cuenta de lo que dejo en aprovechar.
Siempre argumentamos: Me parezco más a mi padre. En lo personal es un parecido del cual estoy feliz en solo recordar cómo se preocupaba por nosotros y, yo detrás pisándole los talones, enojado de mala gana al preferir jugar con los amigos. En cierto modo el color de sus ojos coincidía con lo verde del campo. Mi padre trabajaba buscando como mantenernos, mientras jugábamos, era un círculo vicioso que no tenía fin. Siempre había frijoles y carne para comer. Algunas personas no tienen ni eso por eso soy agradecido.
Un dulce costaba diez centavos sin importar el que quisieras, los chocolates 20 centavos. El niño, era la confianza, se divertía gastando sin preocuparse en el mañana. Podías mudarte a cualquier lugar y encontrabas trabajo sin ese malestar de abandono, el balance entre los gastos y el dinero era equilibrado. Alcanzabas invitar a otras familias a cenas o fiestas, para contarse los mejor en sus recuerdos. Esa confianza se perdió ante lo que sucede, se aprende a no confiar en nadie, ni en nada, no hablar de cosas íntimas y si nos hacen una pregunta incomoda, es mejor callar ante su molestia.
La vida en la niñez es bastante fácil hasta que se abandona la casa y se encuentra el nuevo hogar. Eso me hace sonreír, bueno es que andas solo sin nadie que espere, llegas y la recamara esta oscura, suspiras y duermes, así la vida es aburrida. Es una etapa en donde, no hay nada porque luchar o perder. Eres joven, entras y sales de la vida de otras personas, unas te abren la puerta y otras la cierran para siempre. Si lloras en la soledad nadie lo nota, luego recuperas la compostura, no existe temor en el mañana, sabes que tarde o temprano morirás sin despedirte de nadie. Corres en todas direcciones sin encontrar una persona que te entienda, vas con el corazón vació, confundido, mueres como la noche, necesitas hablar con alguien pero nadie está para consolarte o comprenderte. Aquellos años en que la madre escogía a los amigos y esperaba la llegada tras la puerta, mientras el padre silencioso esperaba el parte de su esposa sobre el comportamiento del hijo en su habitación.
Para sobrevivir se abusa de la mentira, nadie se escucha, los jóvenes se declaran aburridos, las banquetas de convivencia se muestran oscuras, se fue la vida amigable. La hermosa banqueta se llenaba de poltronas en donde se convivía entre familias. Es un bonito recuerdo, nadie se atreve a sentarse ni siquiera echar un vistazo fuera, los vecindarios se quedaron solos, a nadie le importa la plática, la dama que sale a barrer lo primero es ver que no esté gente extraña en su banqueta, se apresura en hacerlo, no habla con nadie por más que lo conozca. La sociedad estableció límites en convivencia, los padres se preocupan si un hijo no llega a tiempo después de que sale de trabajar. La sociedad se fue quedando muda y no es porque sea grosera, ya no se ayuda, cree que la gente no es lo suficientemente honrada incluyendo a sus vecinos.
Llegas adulto y con ello las responsabilidades, hay que levantarse a trabajar sin ver la familia y en ocasiones se convierte en un desastre, los fines de semana la televisión arruina la convivencia. Discusiones sin sentido, quejarse del comportamiento de los hijos, sin amabilidad, odio, pasando factura en salud enfrentando explicaciones, sin tiempo de calidad. El tranquilo y dulce hogar sin adorno.