GOTA DE VENENO
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.- ¿Sin ninguna condición? Si la otra persona que ofende no se le llama la atención, tenga por seguro lo seguirá haciendo, disfrutando cuantas veces necesite expulsar el veneno. Nadie en su sano juicio perdona sin condición porque la herida no cicatriza con pomada del encanto, proteínas de humillación y frasco de buena fe. Tener voluntad para aterrizar tolerancia no es nada fácil.- La ofensa es el veneno que se acumula y no se puede borrar con una buena intención. No es fácil cerrar la herida, ni desear olvidar para que el resentimiento salga de aquel que lastima.
Es importante revisar los actos, lo habitual en lo que hacemos en el ¿Cómo? nos relacionamos. No se trata en ir regando flores sino en controlar la olla destructiva en la que se convierte la palabra que humilla, se agrede la armonía en una plática. El presupuesto puede ser negativo y se tenga que pagar por ello. Nuestro juego de palabras es capaz en fomentar o rechazar en las otras personas lo que nos pasa. Hablar inadecuadamente no mejora en nada y si desgasta el entendimiento de quien escucha, el referirse mal al ausente llegara a su oído.
Los estudiosos justifican que se hace por un recuerdo acumulado negativo y se lleva cargando. El punto es: Reconocer lo negativo en actos para alcanzar a corregir poniendo punto final y convertirse en ente pensante sin saturación negativa. La tristeza agobia sin esperanza a la tentación en sentirse superior degradando y, estalla en forma negativa por la boca. Todas las personas somos distintas: Hay que respetarnos, ser hospitalarios, intentar serlo, separase del negativo, nutrir el fondo en amor al prójimo, mejorar continuamente, sacar las frustraciones, aplicarse en uno mismo, usar la experiencia vivencial, comprender a los demás, captar sus necesidades apremiantes. Hacer que nuestra presencia se transforme en alegría, sin mentir o cambiar de rostro.
Gusta ofender, sin medir consecuencias, hablar mal de la persona cuando no está presente, lo único que se consigue es rencor. Se nace imperfecto, egoísta, celoso y una competitiva frustración por hacer notar quien lleva la delantera. Se envidia el éxito, esperando no esté presente para soltar la gota de veneno pariendo frustraciones asegurando no se tienen. La relación de pareja es estrellada contra la pared cuando de exaltar sus virtudes se trate. De los labios solo brotan quejas.
Las buenas intenciones aconsejan: Ama a tus enemigos, bendice a quien te maldice, haz el bien sin mirar a quien, levanta al caído, no lastimes ni con el pensamiento para que realmente seas libre. Convivimos con personas que no entienden este tipo de enseñanzas, ni buenas maneras, son insulticos, irreconciliables consigo mismos, no permiten abrir sus sentimientos con nadie. Viven resentidos, frustrados, para ellos todos los seres humanos están en el error, por eso estafan, anhelan lo que otro posee y aprenden a abusar.- Es su experiencia agradable, su enfoque correcto, exitoso y desean que su voluntad prevalezca, el resto del mundo son ellos. La finalidad es humillar, causar daño con palabras, acciones, malicia, abuso, desprecio, burla, creen merecerlo todo y se debe otorgar.
El mal sabor de boca surge por la forma en que nos comunicamos con los demás. Se ofende al amigo, esposa, hijo o persona que se relaciona en la vida cotidiana. Se elige la plática desgastante y en el transcurso de la conversación se va puliendo en forma planeada. Se celebra el dañar con la ofensa suponiendo satisfacción y se repetí conforme avanza la vida. Discutir, satura lo negativo sin importar la persona que se encuentre enfrente.
Se hace desde el pasado, el presente y un supuesto futuro, sacando el rencor depositado, el surco dañado, el trozo en dignidad afectada codeando en dominar antes que conciliar. Resucitar rencores es lo preferido en las pláticas y el no tener cuidado por las palabras vertidas su consecuencia. Esto indica que no se está dispuesto a vivir a plenitud, despacio, pausado, amoroso. El buen propósito se esfuma añadiendo supuestos daños. Cambiamos miel por hiel hasta llenar el barril de la persona que nos aprecia y se aleje con rencor. Tenemos momentos malos y suponemos que es normal pero existen personas que habitualmente están desencadenando tormentas en vaso de agua, soplando vientos para divertirse o sentir que son apreciados.
Son gotas de veneno que saturan el ambiente, empachan la sensibilidad, desencadenan sufrimiento en quien escucha. ¿Falta de amor, hacia sí mismo? ¿Debilidad, daño infantil, inseguridad, desesperación? un acto malo, contrario a las buenas relaciones que son las preferidas como alimento de las relaciones.- La persona que provoca se va quedando sola.