CALLAR
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
A estas alturas ya no sé sabe si callar sea lo correcto o una forma novedosa en no meterse en camisa de once varas. Opinar o el dejar en hacerlo obedece al miedo acarreador de problemas con ese alguien que acecha tras bambalinas en lo inmediato y a base de fuerza establece su poder para que el silencio no encuentre espacio en respuesta suspendiendo todo juicio. Unos cuantos lo hacen, la generalidad calla o se atreve en charla familiar. Nadie condena en la calle mucho menos en medios.
La sociedad calla suspendiendo el buen juicio en el ambiente oscuro y, deja que otro se atreva. La persona se resigna y camina en la zozobra para no ser confundida con aquellos que comparten la necesidad en aclarar posturas condenando hechos reprobables. El que calla es cómplice y su resultado es el mismo sin remedio. Pocos se atreven alzar la voz echando fuera el malestar, a modo de desahogo. La sociedad se presenta incomoda y aprovecha lo ruidoso para dar opiniones que no van más allá del pequeño espacio familiar. El barullo termino por deglutirnos sin la oportunidad en expresar lo que se vive y siente.
Por lo visto que en este país hay que pertenecer a alguno de los bandos en pugna, y que, en consecuencia, te adscriban por la fuerza a un bando, a conveniencia del barbecho. Si, no exclamas o proclamas molestia igualmente llevaras el bautizo. Bandos hay, y pugna también. Si críticas al funcionario que es dueño en ese momento del pesebre uno de los suyos pateara para que calles. Son cómplices escondidos en la administración. Exigen que estés con ellos, sometido, a sus órdenes o al servicio de su defensa y si por el contrario reniegas tendrás que defenderte. Los políticos fundan sus propias cuadrillas.- No se puede transitar sin bando, no es posible. Pensar por cuenta propia acaba acarreando disgustos, perdida en seguridad.
La independencia personal, no es garantía de nada y si es persecución degradante. El filósofo griego Solón sostenía que había que perseguir a quienes en una guerra civil no tomaran partido. Todos escuchamos lo que ellos quieren escuchemos. No estamos en una guerra civil, por supuesto, pero sí en una situación de sordo enfrentamiento cívico, de encono y odio simulado, azuzado por actos como los crímenes a la carta, por un lado, y por un rosario de actuaciones políticas y judiciales poco rectas o sospechosas por otro, que se ha llevado por delante buenas relaciones de amistad, de vecindad e incluso familiares y laborales, y la confianza mínima y convencional en el sistema.
Una sociedad con libertades por fuerza recortadas, la prepotencia de las declaraciones, los juicios sin sustento, no en busca de justicia sino de humillación personal, la incorrecta aplicación de la convivencia estado/Ciudadano. La mentira consistente en arma política, el acoso y derribo de enemigos políticos por el método que sea, incluidas leyes encubiertas de excepción, la voluntad de sometimiento más que de convicción, la execrable imposición de un principio de autoridad cada vez más abusivo.
Hay motivos más que sobrados para la toma de partido y para el encono. Con la fuerza se juega y a la fuerza se somete. Yo envidio a quienes después de un crimen execrable, como el perpetrado a familias enteras, piden calma, sosiego y contemporizar, mirar las cosas con perspectiva, esto es, no mirar o mirar lo menos posible y, sobre todo, no sacar conclusiones negativas. Esta gente sabe lo que hay que hacer, de eso no me cabe la menor duda, pero olvidan que las muertes han generado una cantidad de dolor difícil de cuantificar, inasumible para quien no admita de entrada que nos encontramos en una situación de guerra abierta entre los representantes legítimos del sistema y los perversos, abusivos administradores.
Será burdo, pero funciona, y si no aceptas esa regla de juego, ¡Atente a las consecuencias! No es ninguna novedad decir que a los familiares de los muertos, les va a ser cada vez más difícil encontrar a alguien que se solidarice o que sienta un mínimo de piedad o, una improbable simpatía, ante la evidente dificultad para demostrar lo que la autoridad entrega como juicio sumario, al ser señalado como muerte por el narco o, aquellos que no deberían estar en donde están “Caso de la Estadunidense” No creo que con el mensaje de amor y paz se le pueda convencer a que el crimen desaparezca, dado que es un asunto de conciencia.