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Filosofía Marismeña

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LEY Y JUSTICIA

MDH Ramón Larrañaga Torróntegui

Ni los estudiantes del 68, ni los normalistas de  Ayotzinapa que actualmente escuchamos a sus familiares gritar por las calles en busca de justicia, ni los profesores, policías, ejército, gobierno son el último sudor en justicia. Cada uno se desenvuelve como puede con sus prejuicios. La sociedad mexicana se menea en la inercia de la violencia, que se cuela irremediablemente por los poros de una sociedad demasiado herida y, esto obliga a que los peores pronósticos se cumplan llamando a la desgracia. Así quedo el conocimiento popular y los lamentos de un pueblo que llama mediante lamentos a la desgracia. Es, pues, una muerte anunciada, un presagio que se cumple cada cierto ciclo en la historia de los pueblo..

Nos topamos de lleno con los conflictos sociales mediante la televisión, con la crueldad institucionalizada, y con la miseria dirigida desde el estado. La ciudadanía se enfrenta no solo a sus necesidades sino a la vida en la que pueden acabar todas sus aspiraciones por una mejor calidad de vida. La existencia no tiene valor cuando a diario observamos que ha quedado desvalorizada y que el abuso por parte de la autoridad se convierte en mera antesala de su muerte final. La verdad se traspira en la mentira y permea todas las ideas de la sociedad.

La molestia social y la necesidad en enfrentarlos supera toda definición de abuso porque existen abismos infranqueables seguidos de brechas sin luz como si en la mano cada ciudadano llevara una pistola jugando a la ruleta rusa y, cuyo principal síntoma de enfermedad mental es su acción. La sociedad salta del sarcasmo a la risa inquieta del miedo al grito ahogado en desear lo inalcanzable ¿Quién es capaz en desear, lo siempre negado? El mismo mito, las mismas circunstancias a través del silencio ahogado a golpe de sangre que calla sin mirar las consecuencias en una sociedad engañada en la lucidez de sus ideas.

La ley del más fuerte, permea las calles y ciudades mexicanas. La población se empieza armar para defenderse o lograr otro tipo de objetivos. El gobierno federal activa mayor numero de uniformados, se pierde el control y el fuego se combate con gasolina. La sociedad está entre ambos bandos consciente en su debilidad, sus molestias y abuso de autoridad son aplicados en forma tibia, lenta y mañosa, el peligro está latente en un México convulsionado. La sociedad con grandes cargas de impuestos en donde es el mismo estado el que se ha convertido en intimidador de los ciudadanos.

 Es culpable y lo pasan a la cárcel hasta que usted desde dentro de la cárcel demuestre lo contrario. Al inicio eran los bandidos, luego llego el heroico ejército mexicano, las fuerzas federales, los policías municipales y los tránsitos se convirtieron en los depredadores contra los que sociedad desea defenderse. Policías fuertemente armados paran vehículos para esculcarlos, tránsitos hacen lo mismo con el pretexto de pedir licencias “Intimidan y agreden sin pudor” Agresiones verbales, amenazas posteriores “Viles delincuentes con charola” Acusan y detienen sin fundamento “Juzgan sin ser jueces”.

Un ciudadano al cual le han colmado la paciencia, que está harto del abuso, que vive desarmado en forma pacífica tratando de conseguir un poco de dinero para sobre vivir en este país. Hay miedo, intimidación, abuso psicológico por las calles con patrullas en busca de victimas y solo nos queda la rabia, la impotencia ante la impunidad con que se mueven estos policías, quienes son contratados y pagados con recursos públicos para atender la seguridad, sólo que hay quienes confunden sus nobles propósitos con la aberración de la corrupción y atacan a ciudadanos pacíficos.  Las víctimas no se pueden defender ni contactar con los medios de comunicación. Ahora sí que valga el dicho: La iglesia en manos de Lutero.

Existen gentes que han visto morir a familiares suyos a manos del narcotráfico, que tienen que vivir con permanente escolta, que han sufrido daños de todo tipo en distintos atentados, que ven perseguida también su actuación política. Pienso que todas las lágrimas que se vierten frente a un muerto van rodeadas de una carga similar de indignación ante esa vida que les ha sido arrebatada. Por eso mismo no se puede despreciar el dolor de nadie, sino todo lo contrario.

Las vidas llevan aparejadas unas circunstancias que las hacen diferentes, otro tanto ocurre con las violencias que nos rodean. La circunstancia estructural que las hace distintas es la legalidad. Hay violencias que son legales y otras que no lo son. Así, entrar disparando a una casa por sospecha institucional, es legal. En México la ley y la justicia no son la misma cosa.

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