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Filosofía marismeña

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EGOÍSMO

MDH Ramòn Larrañaga Torróntegui

La crisis empuja a mucha gente a procurar recibir más de lo que entrega en su vida social y practica el.- Sálvese quien pueda. Dado que el egoísmo y la avaricia están en la raíz de la crisis, hay que cultivar la solidaridad y la generosidad e inculcarlas a los hijos, para que no se repita cíclicamente. Si deseamos cambiar la sociedad se hace necesario que los niños aprendan a actuar a favor de otros de forma desinteresada y no para conseguir algo a cambio.- Es de bien nacido el ser agradecido. Para alcanzarlo, los padres deben educar en el ejemplo y aprobar sus pequeños actos de generosidad para ser el referente que los motive a seguir ese camino.

El niño aprende a vivir con generosidad, cuando es animado por sus mayores a dar y compartir su tiempo, cosas con los demás, a ceder sus juguetes en los juegos y a identificar las necesidades ajenas.

Es importante que los padres le narren cuentos sobre la generosidad, y expliquen la diferencia y consecuencia entre ser egoísta y generoso. Cada segundo que vivimos es un momento nuevo, único, un momento que nunca volverá a ser de nuevo. El error está en la enseñanza del dos más dos son cuatro, y que niño es el ombligo del mundo ¿Cuándo le enseñaremos lo que es? Hacerlo reflexionar sobre la maravilla que es el cuerpo humano.- Que es único e irrepetible aún en la clonación.  

Lo ayudar al niño es que viva en un ambiente de participación y servicio a los demás y observe cómo sus padres ayudan a otras personas y les hacen favores. El altruismo y la generosidad no sólo dependen de las enseñanzas de los padres sino también de los genes que trasmite a su hijo  (¿Discutible?). El deseo en hacer actividades buenas para los demás podría tener una causa genética. En nuestra sociedad, nadie sabe vivir con sencillez, y en humildad.

Tenemos demasiados deseos en obtener bienes materiales, exageradas opciones, excesivas tentaciones, inmoderados apetitos, codicia. Todo se malgasta, se destruye. Usamos cubiertos de plástico, bolígrafos, encendedores, pilas desechables cuya fabricación contamina las aguas y el aire y, por tanto, la naturaleza. Renunciemos desde hoy mismo a ese despilfarro, o tendremos que renunciar en un futuro no demasiado distante a la vida misma. Hay que quitar cosas que estorban para poder ver nuevas perspectivas.

Funciones esenciales como vestirse, comer y dormir, cobran una dimensión distinta y mucho más profunda que una simple moda. No es la perfección lo que tratamos de alcanzar, sino un enriquecimiento vital. La opulencia no aporta ni gracia ni elegancia y si encarcela el alma y la destruye. En cambio la sencillez, y la humildad resuelve muchos problemas. Cuando la persona deja de poseer demasiadas cosas: tiene más tiempo para  dedicarlo a su cuerpo. Y una vez que se encuentre a gusto con su cuerpo, podrá olvidarse de él y cultivar el espíritu, con lo que se accede a una existencia más llena de sentido. La sencillez y la humildad consisten en poseer poco, para abrir camino a lo primordial y al atributo de las cosas. Nuestra personalidad está formada por un compendio de ideas aprendidas de una manera a veces consciente y otras de forma inconsciente durante nuestra vida. Esas ideas son las que nos dan forma, las que hacen que seamos atentos, humildes, rencorosos, vanidosos, asertivos, lujuriosos, codiciosos.

El Ego, todo ese sistema de ideas a través del que creemos ser lo que somos, nos enfrenta, nos aparta de nuestra condición espiritual. El Ego es la coraza que cubre aquello que realmente somos. El Ego es el responsable de nuestros miedos, ambiciones, aspiraciones.

Vivimos, identificamos, sentimos a través de él. Se dice que no es capaz de morir, que solo podemos hacerlo madurar y quizás son más nuestras ideas las causantes de nuestros conflictos, nuestras discordias, quizá podamos hacer madurar nuestro Ego y tener más armonía en nuestras vidas. El camino hacia la felicidad esta hecho de irse desasiendo de las ideas egoístas “Dar y darse sin esperar nada a cambio” Es una virtud que parece casi ilusoria, en un mundo donde impera la idea que todo aquello que hacemos, debe producir beneficios o aumentar nuestra riqueza, aunque sea indirectamente.

 Cuando estamos angustiados, tenemos miedo o nos sentimos amenazados, nuestro cerebro inmediatamente dispara una señal de alarma y todo nuestro organismo se organiza en función de esa respuesta y de inmediato nuestro cuerpo, distribuye la sangre en los músculos periféricos y nos prepara para el combate como los antiguos reptiles. Esta respuesta reduce nuestra eficacia para la resolución de conflictos. El miedo nos pone a la defensiva, concentrarnos en cómo luchar para sobrevivir, transformados en primitivos e instintivos. Recibirás muchas oportunidades en tu vida, al final contará lo que haces. El honor es la recompensa de lo que dio.

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