Por J.Humberto Cossío.
Hablaré de dos maldiciones o hechizos.
Se dice que los Presidentes Municipales de Culiacán no serán Gobernadores.
Hasta la fecha se ha cumplido, pero andan varios que tienen categoría para romper el embrujo.
Pero quiero hablar de alguien muy especial y que por dos veces no pudo romper el hechizo de la presidencia municipal culichi.
Lauro Díaz castro era un hombre bueno.
Digno de haber sido Gobernador de Sinaloa.
Nos hubiéramos sentido orgullosos, pero hay circunstancias que impiden que un proyecto llegue a feliz término.
Lauro tuvo otro maleficio que rodeó su intención.
Francisco Labastida Ochoa era su acarreador. Todos pensamos que se saldría con la suya el entonces Gobernador de Sinaloa.
Peo no y la maldición siguió intacta.
La primera vez ya estaba el caldo a punto.
Córdova Montoya, el asesor de lujo de Salinas de Gortari estaba en el complot para llevar a Lauro Díaz Castro a la candidatura del PRI para Gobernador.
Renato Vega Alvarado lo sabía y buscó el apoyo de la clase política mexicana y el respaldo total de Luís Donaldo Colosio.
Lo logró y fui parte de esos momentos.
Renato Vega Alvarado me tomó afecto y me hizo partícipe de algunas cosas importantes en la búsqueda de ser Gobernador de Sinaloa.
Triunfó la maldición
La segunda vez fue una lucha encarnizada de Juan S. Millán y Lauro Díaz Castro.
Esta vez Labastida Ochoa parecía tener más poder.
Era Secretario de Gobernación y aspirante a la Presidencia de México.
Con esas credenciales, parecía que Lauro si llegaba.
Pero la maldición de la Presidencia Municipal de Culiacán y la de Labastida Ochoa, de nuevo jugaron en contra de las aspiraciones de Lauro.
La jugaron en interna Lauro y Millán y el rosarense mandó a dormir el sueño de Pancho y Lauro.
Hombre muy positivo, la tuvo cerca dos veces y quizá la segunda a cuarta y quemón.
Pero dijimos que la política es de circunstancias.
Y jugaron en contra de Lauro.
Descanse en paz Ingeniero.
No fui su partidario, porqué mis gallos fueron Renato Vega Alvarado y Juan S. Millán.
Pero lo recuerdo con cariño y respeto.
Era un buen hombre.
Hasta mañana.