Por SILVIA CASTILLO ROMERO
Julio Zatarain es autor del libro En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre, ganador en el 2021, del Premio Nacional de Cuento José Alvarado, de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Comunicólogo, músico y promotor de la cultura, ha publicado cuentos en diversas antologías y revistas del país, y ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en la disciplina de novela.
Hace un mes conversamos en entrevista con este novel autor mazatleco para conocer más acerca de su proceso creativo y su perspectiva sobre la creación literaria.
Silvia Castillo: Julio, ¿En qué momento de tu vida comienzas a escribir?
Julio Zatarain: Es una pregunta un poco complicada porque tenemos que irnos hacia atrás. Los seres humanos siempre estamos manifestando de diferentes formas, artísticas o no, nuestros sentimientos, lo que vivimos, lo que percibimos. En ese sentido, yo creo que los primeros relatos los hice de niño, en la escuela.
Me di cuenta de que me gustaba escribir, en tercero o cuarto año de primaria, en las actividades escolares; y lo compaginaba con las imágenes de mis compañeros, es decir, había más niños que dibujaban, pero nadie o muy pocos escribían, así con el gusto con el que dibujaban. A lo mejor porque es más difícil, está la idea de que es aburrido, las reglas gramaticales… puede ser que eso los orille a no practicar tanto la escritura, pero, veía los dibujos de mis amigos y yo decía: “es una historia”, trataba de escribirla. Ellos dibujarla, yo escribirla. Después, pasó el tiempo, llegué a la secundaria… mis papás no son artistas, no se dedican al mundo de la cultura, yo me la pasaba en mi barrio, en mi casa, leyendo lo que había.
SC: El hábito de la lectura ¿surgió en la niñez?
JZ: Yo creo que desde la secundaria. Leía lo que había en la casa: libros de emprendedurismo, de autoayuda, que a mi papá le gustaba leer, y el periódico. Mi papá es un lector voraz del periódico y de los libros que a él le llegaban, no es un fanático de la literatura, eran esos libros de fórmulas falsas, no me gusta ese tipo de lectura, pero era lo que había y las historias de los libros de autoayuda, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, eso fue en la secundaria, ¡Imagínate! (risas)Pero nada más como el hábito de lectura, no creas que me metía en el rollo de la postura de escribir y leer, tampoco de lo que decía el libro.
SC: Pero tú buscabas qué leer
Si, y era más difícil, internet no había, estamos hablando del 2001, 2002, se veía muy poco internet y bueno, lo de la escuela. Pero yo nunca dejé de vivir, jugaba futbol, basquetbol, empecé a tocar la guitarra, me empezó a gustar mucho la música con mis amigos del barrio, empecé andar de novio.
Llegué a la prepa y conocí gente que le gustaba leer, leí a Gabriel García Márquez, a Juan Rulfo, a todos los clásicos que siempre nos dicen de cajón: “Un mundo feliz”, “Rebelión en la granja”. Los admiraba por la sencillez, por la originalidad, y pensé: a lo mejor yo también puedo hacerlo.
SC: Descubriste un mundo nuevo
Si, y decidí estudiar Comunicación, porque era lo más cercano a las letras aquí en Mazatlán. Desde la prepa leía mucho a Rius, me interesé en los temas sociales. Elegí Comunicación por la diversidad de caminos: que fotografía, que televisión, yo me enfoqué al periodismo y literatura; entré de lleno a la lectura, a escribir, sobre todo para las materias de crónica literaria. Hay una anécdota con el maestro Eliseo Ruiz…
SC: Fue mi maestro también…
JZ: Siempre voy a contar esta anécdota porque en su clase escribí mi primer relato:
Él dejaba una tarea cada semana, una crónica de lo que tú quieras. Ese semestre yo escribí un montón de cosas, incluso momentos históricos de mi vida personal y familiar, como la muerte de familiares. Todo lo llevaba a la escritura. Se podría decir que ahí practiqué, o comencé a practicar, porque, creo yo, que la escritura es práctica, como cualquier otro arte; no sé si decir que es algo nato, porque nadie me enseñó tal cual. Nunca fui a un taller, ni nada.
Pero cuando él entró a la clase, el primer día, creo que ya había ido a México, en un intercambio, estaba escribiendo cosas para mí. Cuando volví, me topé con el maestro Eliseo, y fue cuando me empezó a dar esa esa tarea.
El primer día, él nos explicó lo que es una crónica y nos dijo: escriban una. La escribimos ahí en el cuaderno y dijo: rompan la hoja y entrégenmela.
En la siguiente clase repartió las crónicas. Mi relato le gustó mucho, lo leyó en público. Al grupo le dijo: “este lo voy a leer porque tengo un hijo de doce años, me gustó y está muy bien escrito el final, no voy a decir de quién fue”. Después supieron que era mío.
SC: ¿Qué sentiste cuando hizo esta distinción?
JZ: Sentí que podría seguir aprendiendo, creciendo.
Buenos momentos en que conocí a otros escritores, justo aquí en el Museo de Arte, estamos hablando de 2011, 2012. Escritores muy grandes, que yo admiro mucho. Fui alumno de Enrique Serna aquí en el museo, de Eduardo Antonio Parra. De David Toscana no, quisiera, pero no. Ellos dos hicieron varias cátedras aquí, en el Museo, venían de El Colegio Sinaloa. Esas cátedras me nutrieron.
También hice un diplomado en Cultura, con la coordinación de Fernando de la Riva, él organizó un diplomado de actualización de narrativa contemporánea; tuve a otros maestros, y tallercitos aquí, tallercitos allá, entre nosotros, ahí empecé a conocer aquí a la comunidad, estamos hablando del 2012 al 2015, 2016, entonces, practicaba, cada vez más, esa escritura que en un principio, en el 2011, con lo que pasó en la clase del maestro Eliseo, vi que podría hacer algo: terminar un libro de cuentos, una novela.
SC: Ese fue el momento en que pasaste del gusto a decir: “haré un libro”, a pensar en crear algo.
JZ: Si, pero nunca me he separado del gusto. Porque hay gente que decide: voy a escribir sobre esto porque está de moda, porque se lo pidieron, por encargo, por lo que tú quieras, pero yo no. Realmente yo estuve desde estas fechas, por ejemplo, mi libro de cuentos, el cuento más viejo lo hice en un ejercicio del diplomado que tomé acá en cultura, que fue 2015, 2016 y el libro lo publico en el 2022, entonces, hay cuentos muy viejos, este es mi único libro publicado.
En ese sentido, siempre fui fiel a mis relatos, a mis cuentos, a lo que yo quería escribir y nunca me desesperé como para autopublicarme algo.
SC: De alguna manera te dejaste llevar
JZ: Sí, fue sucediendo, pero sin quitar el dedo del renglón. Siempre tratando de mejorar. Si meto a concurso un libro y no gustó, hay que trabajarlo. Así pasó, hasta que ganó algo y fue publicado.
Ese premio fue el segundo de su existencia, porque es relativamente nuevo. Hay premios muy viejos de veinte, treinta años y de este, el primero fue el 2020 y yo lo gané el 2021, el primero lo ganó Hiram Ruvalcaba.
Me animé a participar porque era por medio de correo electrónico. Otros premios, al menos antes de la pandemia, eran de sacar copias, tres duplicados, terminabas gastando casi mil pesos en todo lo que conlleva participar en un premio literario.
Yo ya estaba trabajándolo, como te digo, ya había perdido un par de premios, lo normal, lo que todos los escritores viven, el que diga que no participa es mentira o es alguien con mucha trayectoria, que no lo necesite, igual las becas.
Lo envié y resultó ganador. Lo curioso fue, en la breve historia del premio, que, siendo pandemia, fue cuando más trabajos recibieron, casi cuatrocientos libros de cuentos.
SC: ¿Qué significó ganar un concurso con tu primer libro?
Fue una sorpresa, una satisfacción. Porque yo venía de una determinación negativa del fondo editorial Tierra Adentro. Ellos me rechazaron un año o seis meses antes del premio, yo había hablado con Víctor Santana me dijo: “Sí te vamos a publicar”, hubo correos, y luego “no pasó”.
Bueno, ni modo, fue cuando también lo limpié. Dije voy a sacar lo mejorcito, por así decirlo. Ya había publicado un par de cuentos de ese proyecto en antologías aquí en Sinaloa y esos no podían participar en el premio, tenían que ser inéditos. Entonces participé con cinco cuentos, creo, pero acá son cuentos de mediano y largo aliento, entonces depuré los cuentos que me rechazaron en la editorial Tierra Adentro y volví a comenzar y le cambié el nombre, el libro se llamaba El hambre de los gusanos, así se llama un cuento, entonces dije: esto no está funcionando, vamos a hacer un movedero, a trabajarlo. Lo trabajé un poquito más, le cambié el título al libro, el cuento lo dejé así, El hambre los gusanos.
El título ha funcionado muy bien porque es sugerente, la gente trata de adivinar por qué se llama así y cuando lo leen, pues no es así. No me lo han dicho, tal vez por vergüenza, pero pueden decírmelo, no tengan problema: si les vino bien el título al momento de leer los cuentos, o los decepcionó y no tiene nada que ver con el con el título.
Esta es la historia en la que el premio llega. Ya quería publicar esos cuentos. Entonces dije: si no gana nada, voy a publicarlos de alguna manera, voy a buscar dónde o aquí mismo en el ISIC, creo que ya trabajaba aquí (entré en el 2019). Necesitaba avanzar, hacer alguna novela, otro libro de cuentos, sentía que me estaba estancando mucho con eso. Sentía que no podía avanzar.
SC: Estos cuentos los escribiste en diferentes momentos de tu vida.
JZ: Si, muchos años viví con ellos, pero yo sentía que no podía escribir nada más porque tenía esos cuentos ahí. Quería darlos a luz. Ya estaban terminados, estaban trabajados, estaban formados, necesitaba publicarlos, para dar lugar a un segundo nacimiento. No sé qué será primero, si una novela, otro libro de cuentos… yo creo que una novela va a ser lo próximo, que me está pasando lo mismo, ya la tengo terminada y necesito sacarla.
SC: En tu caso, ¿qué te inspira? ¿qué detona esa idea para escribir?
JZ: Hay muchos escenarios para empezar un cuento, desde una imagen, un sueño, algo que escuchaste, una frase, hasta… no creo tanto eso, pero, hasta la inspiración espontánea o al despertar, cuando uno duerme ocho horas, diez horas, despertar descansado y en ese momento puede haber alguna revelación, por así decirlo.
No sé exactamente por dónde comienza o puede comenzar un cuento, al menos en mi caso, pero sí sé, por dónde podría continuar o dar la línea, pues es que son muchos narradores, una mezcla de historias, de personas, de situaciones que tú vives, tus amigos, tu familia, en tu casa, tu barrio, en tu lugar de trabajo, en la calle, en la vagancia, hasta lo que vas descubriendo, lo que vas leyendo… en el aspecto de la lectura, yo me enfoco más en lo técnico, en las estructuras, no tanto en las ideas.
Trato de aprender todo lo que pueda de José Revueltas. Cuando estoy escribiendo un cuento que me gustaría que suene de tal forma, que me gusta a mí, de tal escritor, me pongo a leer a ese escritor. Si el cuento está en primera persona, me pongo a leer cosas en primera persona.
SC: ¿Has encontrado tu propia manera de aproximarte a la historia que deseas narrar?
JZ: No sé, no sabría contestarte porque a lo mejor es medio soberbio, al menos a mis treinta y tres años. A lo mejor más adelante, no sé si vaya a definir un estilo, es lo más difícil que tiene cualquier disciplina artística.
SC: ¿Crees que hay que definir un estilo?
JZ: Yo creo que sí hay que definir un estilo. Cuando te presentan un escrito de José Revueltas, sin que sepas que es él, tú puedes decir “es José Revueltas”. En el momento en que tienes eso, te identifica y te da el valor que tienes como artista, porque encontraste después de conocer todos los estilos o muchas técnicas, después de experimentar mucho tiempo, encontraste tu estilo, y eso no lo va a tener otro. Habrá gente a la que le guste mucho, gente a la que le guste menos, pero tu estilo es tu identidad al momento de hacer tu arte y para mí es algo muy difícil. No sé si algún día lo logre, a lo mejor con el libro de cuentos, sí. Es lo único que tengo publicado.
SC: Tus personajes crean un destino con sus propias decisiones, pero está presente la tragedia, lo inevitable, ¿cómo llega a esa profundidad, un escritor, a tu edad?
JZ: Creo que son las experiencias. Hay que vivir. Creo que en todos los decálogos de los escritores está. Lo dice Hemingway, Roberto Bolaño… todos de alguna manera lo dicen: Hay que vivir. Lamentable o afortunadamente, he vivido mucho, he estado en muchas situaciones. Observado y escuchado cosas.
SC: También la reflexión, acerca de la experiencia, es importante.
JZ: Claro, toda escritura, a final de cuentas, aunque no tenga estructura de reflexión, toda la escritura para mí es reflexión, desde alguna metáfora, hasta la descripción de una persona. A final de cuentas, diriges de alguna manera, la realidad. Aunque la viviste, porque yo no me invento nada de mí mismo, todo está ahí.
Claro, es ficción, pero hay gente que me dice: Oye, yo conocí a esta persona, te basaste en fulano… No, -les digo- todo es inventado.
Lo único que no es inventado, es la noticia del chico que se tira de la torre de electricidad, esa historia sí es verídica. Alguien se suicidó en la colonia Flores Magón, en el 2016, una cosa así. Hubo circo abajo y circo en la transmisión en vivo; entonces, eso es historia real, de Mazatlán, yo me basé en eso para crear un cuento que no tiene nada que ver con el personaje que se lanzó. No me puse a investigar con sus familiares, a ver cómo era su vida.
SC: En tus cuentos muestras realidades que no volteamos a ver, podría ser cualquier lugar, no necesariamente Mazatlán, con el estereotipo de lo que implica decir “Mazatlán”. Sucedió así o lo hiciste de manera consciente:
JZ: Creo que ambas. Hay imágenes, que a veces, uno no quiere ver, ni mucho menos hablar de ello, como la niña que vende flores. Tú vas a Oltas Altas, al café Looney Bean, estás pagando tu lana y hay gente, ahí alrededor, pidiendo dinero, o alguien muy ebrio descalzo… y todas esas personas tienen una historia ¿cuál será? No lo sabemos.
SC: ¿Quieres darles voz?
JZ: Es darles voz de alguna manera, luchar contra los estereotipos, ahorita que están muy de moda los estereotipos de Mazatlán: el lugar paradisiaco, el lugar para invertir, el lugar de moda, pero hay muchos mazatlanes, como en todas las ciudades; en el libro nunca menciono a Mazatlán, todos asumen que lo es. Quizás por los espacios o porque saben que yo soy muy regionalista.
Trato de hacer un poco universal estos aspectos. No sé, que alguien de Chiapas, que me lea, pueda reconocer también a los personajes, las situaciones, a estas personas que están sin voz, y hay que decirlo, mi objetivo tampoco es darles voz, es narrar una historia de vida, una anécdota, y a final de cuentas todo se concentra en personajes que se enfrentan a situaciones que no controlan, que los orillan a sufrir, o a desterrarse, o a estar solos, son personajes muy solitarios que además viven el peor día de su vida. Están viviendo en un infierno, dentro de su campo familiar, social y tienen que tomar ciertas decisiones para avanzar o terminar esa situación que están viviendo.
SC: ¿Qué recomendarías para iniciar en la creación literaria?
JZ: Creo que dos o tres cosas: Como te dije hace rato, vivir. Porque hay escritores que escriben muy bien, pero no tienen nada que decir. Disfrutar la vida, disfrutar la naturaleza, el amor, la amistad, el arte.
Otra cosa: Leer. Conocer a tus referentes, con quién te identificas, con qué estilo te identificas, con qué lenguajes, con qué estructuras, ya depende de cada quien si quiere hacer la suya propia, inventarse algo nuevo, innovar; pero sí, leer.
Y la tercera sería: practicar y practicar. Cuando practica uno la escritura, no todo es publicable. Hay que tener paciencia también para eso.
SC: ¿Escribes todos los días?
JZ: Trato. Creo que esta práctica viene de antes. Tres, cuatro años practicando, escribiendo constantemente, leyendo constantemente, te va forjando un estilo, y cuando tú escribes un cuento o una novela, no significa que vaya a estar súper bien. Todavía falta la etapa de corrección, agregar, quitar y demás. Eso es normal.
Pero cuando llegas a una edad adulta, 50, 60 años (porque se da el caso) que nunca escribieron en su vida, pero se jubilan y quieren escribir… estas personas necesitan practicar antes; y qué mejor, que hacerlo cuando eres joven. O desde un principio meterte a lo que tú quieres. Si eres contador, pero siempre traes la idea de querer escribir, está bien ser contador, pero ponte a practicar. Para cuando te llegue una idea o tengas el tiempo de hacerlo, estés con la práctica al cien. Creo que la práctica sí es importante. Después uno va agarrando su propio ritmo, no para practicar sino para plasmar lo que quieres decir, por medio de la habilidad que desarrollaste con el tiempo.
SC: En tu caso, ¿puedes decir que se convierte en una necesidad o siempre lo fue para ti?
JZ: Justo eso. Por eso no escribo a diario. A lo mejor hay gente que lo ve como un trabajo.
SC: Se habla del oficio de escribir.
JZ: Creo que es muy importante tener esa disciplina, ese oficio, pero hay gente a la que no nos sale. Es una necesidad en el aspecto de que uno siempre se está escribiendo, aunque no esté sentado escribiendo como tal.
SC: Hay ideas, observas…
JZ: Si, yo no me siento a escribir hasta que tengo el cuento terminado, o más o menos a la mitad, o sabiendo por donde va; porque también, cuando uno se sienta a escribir, el personaje puede irse por algún sitio que tú no habías pensado. El cuento va agarrando forma, a veces uno es un guía nada más, pero siempre está escribiendo.
El escritor no anda en la calle como gente normal, caminando, va pensando en: “esta persona a dónde va, de dónde viene, por qué viste así, cómo se llama”. Pasa algo, alguna situación que te impacta y puedes agarrarlo.
Pueden pasar semanas, meses, escribiendo algo, hasta que te sientas y dices: “bueno, vamos a escribir”. En mi caso, puedo pasar un mes, dos meses sin escribir nada, o muy poco, o pura revisión de lo ya escrito antes, y después puede pasar un mes, dos meses, de puro escribir.
SC: ¿Qué escritores favoritos tienes en este momento?
JZ: Por la novela que estoy terminando, por una beca que tuve el año pasado, ahorita en julio se termina, estoy leyendo mucho la cuestión del lenguaje, estoy leyendo a Daniel Sada y a José Revueltas, trato de leerlo siempre, me gusta mucho, desde hace años, y Daniel Sada pues, también.
Ellos tienen ese oficio en el lenguaje, sobre todo muy norteño. No en el aspecto de decir cosas del norte, sino como una parte diferente al resto del país. También estoy leyendo a David Toscana, sobre todo sus relatos en primera persona, porque en mi novela quiero incluir unos monólogos. A mí me gustan mucho los monólogos de Santa María del Circo de David Toscana. Estoy leyendo a una escritora canadiense, no me acuerdo cómo se llama, el libro es “Pequeñas desgracias sin importancia” estoy analizando la estructura que está manejando ella.
SC: Entonces, ahorita lo que sigue es tu novela.
JZ: Si, tengo una novela terminada. Ojalá salga publicada pronto. Estoy trabajando dos novelas, pero una la tengo desde hace muchos años y ando moviéndole ahí nada más para que sea presentable, no sé, no la veo viable, quizás la saque después de otras novelas; pero la que estoy trabajando ahorita, sí me interesa mucho terminarla.
SC: Esperamos volver a platicar a contigo para que nos hables de esta novela y tus siguientes proyectos. Julio, ¿hay algo que no te haya preguntado y quisieras mencionar en la entrevista?
JZ: Sólo decir que espero la segunda edición de mi libro En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre, ahorita no hay, creo que sólo online. Espero la segunda edición para invitar a mucha gente a leerlo.
SC: ¿Harás una presentación?
JZ: Si, otro empujón, porque cuando obtuve el premio, cuando me lo publicaron, repartí a todo mundo, entonces hay que ganarse a otros nuevos lectores, si es que el libro da.