VIDA Y MUERTE
MDH Ramón Larrañaga Torróntegui
La vida, la muerte son palabras que llevamos impregnadas desde el momento que nos llega la conciencia y a partir de ahí, las cargaremos por siempre. Aunque la conciencia se oponga el pensamiento estará presente como una página oculta esperando a ser llamada para surgir con firmeza. La conciencia sobre la vida y la muerte nos abre las puertas, las verdades liberadoras inimaginables ya que la vida solo es vida y la muerte es vida disfrazada, una muerte hasta que la vida nos sorprende. La muerte es la paseante eterna en nuestra vida y se convierte en dulce y suave muerte. Esta la conciencia ocupada porque tiene miedo de ella, he aquí la cara de su risa descarada que lo ve color de rosa y se maquilla jocosa a la luz de las tinieblas.
La vida está presente en un jardín verde con hermosas flores, la muerte es fresca como lluvia primaveral que cae sobre el rostro sediento de un cuerpo. Eso es lo que tememos “A la vida y a la muerte” Eso es lo que brilla a cada instante en el centro de nuestra conciencia atormentada, la se encarga de abrir las almas y dejar escapar los espíritus. La vida llega como árbol torcido que debe enderezarse mediante el dolor, para no sentir ese dolor que la luz del mundo produce y que la gloria ajena roba. La muerte es un tallo seco sin flores en donde las manos tiernas se inclinan aburridas ante su tumba.
Ninguna es horrible, las dos son hermosas, se sienten horribles cuando abren su porta. La muerte es un traje a la medida, la vida es un cambio frecuente en traje y maquillaje, la vida es el vestido de novia, la muerte lo eterno sin gloria. La vida es un corazón anhelante, la muerte una caverna sin rumbo. Ambas están amándose en el cerebro, y desde ahí construyen el pensamiento por eso que tiemblen las almas débiles ante ambas “Vida/muerte” por sentirse atrapadas sin salida en donde prevalece la belleza, la risa, el llanto, la mano de fe que toca con astucia el intelecto entre velos y sombras, entre cuerpo y alma. Alma si cuerpo y cuerpo sin espíritu, amor y oscuridad resplandeciente desnuda y feroz sobre la mente.
Digamos a la gente que vida y muerte tiene ratos de tortura y dolor, de pasión y arrepentimiento, vamos a decirle a la gente que ambas son astutas y se saben presentar en el momento en el que el camino se abre y se cierra y nos conducen sin clemencia en el deleita en nuestro dolor y al llanto. Toda la música es sonido de la vida, toda alegría es sonido de la muerte. Ambas son ladronas y nos arrebatan toda la belleza de la sonrisa de su felicidad apasionada; de nuestras vidas son sus latidos del corazón, el rapto de un beso apasionado, el amor de un beso, la fuerza de una caricia, la lanza que atraviesa la tierra y golpea el alma.
La vida que no tiene medida, la muerte que llega inesperada y está llena en felicidad para separar el cuerpo del espíritu sin compasión alguna, Vida pura y majestuosa, muerte poderosa inefable que van más allá de la última cumbre del entendimiento humano y vuelven loco al incauto pensador. Vida y muerte que siempre perduraran como amantes infinitos, que estarán cerca de nuestros corazones, que tendrán la visión de ver mejor que los ojos del alma mientras los humanos estaremos ciegos con nuestro orgullo y las pasiones.
Están unidas en la eternidad y casadas en los corazones porque no tienen edad ni muerte, no tienen sombra cuando la oscuridad es llena, son silencio y dicha, belleza y dolor, anhelos y almas incomprendidas, son emoción y éxtasis y están detrás de cada vida de cada muerte de cada mirada perdida, de cada mirada secreta, en cada voz, en cada lamento, en la dulzura, en todo lugar y en ninguno. Aman cuerpos y almas por igual, vivos y muertos, se introducen en momentos de fuego en forma inagotable en los sentidos y viajan con nosotros con plazo agotable, con esperanza apasionada.
Vida y muerte levitan el corazón hacia la gloria, son oscuridad y brillo, son inmortales y llenas de sentido nos llevan en vuelo hacia la eternidad entre el éxtasis y el dolor, entre la gloria y la mortalidad. La vida es la reserva del débil mientras la muerte es el abrazo salvaje de un rostro en cubierto, cruel como el sueño que nos despierta a mitad de la noche para robar de la mente la felicidad dulce de la vida.
Larga vida al muerto, para que se vuelva a levantar ese espíritu in mortal en donde la rueda sigue girando sin romper este círculo mágico entre ascender y descender con murmullos y gritos de dolor en la oscuridad, como un eco de silencio para siempre con una inmensidad sin voz e íntimo, demasiado alto para el pensamiento, y muy profundo de la emoción en su reposo; en la luz que no cambia, sin palabras, que escapen en la naturaleza como mudas testigo de esa eternidad, paz y silencio que trasciende sin tiempo, sin nombre y sin momento.